Maratonistas de la perfección. Obsesionados por el éxito. Vivimos en una sociedad donde el fallar es considerado un obstáculo en el camino o carrera dependiendo de la velocidad con la que te tomes tus metas. Ansiosos por el éxito o deprimidos por el fracaso, desde pequeños nos separan en dos grupos, los populares y los perdedores. Ser elegido último para el «quemado» (un juego infantil que consistía en eludir los golpes con pelota en la que se enfrentaban dos equipos) era síntoma de una espiral descendente que comenzaba en zoquete para los deportes y terminaba en una escala de discriminación y segregación que hoy llamaríamos Bullying. Pero el bullying siempre existió mas allá de que no tuviera nombre. El acoso y la presión descansan en las bases de una cultura que forja sus éxitos en la destrucción del otro.
Tu fracaso es mi éxito
Llevamos aproximadamente 150 años de creer en la supervivencia del más apto. Los mismos años pensando que la debilidad es síntoma de flojera, un vicio tan reprobable que hasta tiene un pecado capital.No es loco entonces intuir que exista una enorme presión social destinada en lograr que nuestros niños sean exitosos. Presión que nace en las escuelas y la competencia y que a lo largo de la vida perdurará en el ambiente laboral. Presión sobre seres que aún poseen un psiquismo en construcción muy pendientes de la aprobación externa porque aún depende su supervivencia biológica de dicha aprobación. Cariño y necesidad empezando a mezclarse en las figuras parentales y el consiguiente estrés de estar a la altura de los ideales que comienzan a generar tensión intrapsíquica. Niños arrojados prontamente al temor al destrato y al desamor de la tribu en una dinámica cuanto menos desestructurante para la autonomía y el amor propio (autoestima).Así rasgos de personalidad pasarán a ser mas o menos aceptados, mas o menos estigmatizados y mas o menos patologizados según esta escala ideal de éxitos y fracasos.La timidez marcara bajo, la voluntad de liderazgo alto, la capacidad artística será infravalorada frente a las materias «serias» e «importantes». La moralidad le ganará a la ética en esto de quedarse calladito y portarse bien pase lo que pase. Y de a poco el miedo le irá ganando la batalla a la solidaridad, al amor por el bienestar común, a la cooperación.Las notas reflejarán cuan cerca del éxito estás o cuan cercado por el éxito estás. Un 4 significará que sos un mediocre y un 9 que siempre te faltará algo más. Pero nunca escucharás que un diez significa que te has dejado colonizar de pies a cabeza por lo que los demás quieren de vos. Por saber todas las respuestas que un otro juzgó correctas, de tener respuestas sobre cuestiones que jamás te interesaron.
Las escalas de éxito y fracaso están moldeadas sobre las creencias culturales de una época, donde el éxito no significa mas que el haberte alineado a todas ellas mas una cuota de gracia divina o buena suerte (condimento fundamental para no caer en la depresión). Crecer al fuego de este caldo, forjará adultos temerosos donde el éxito es el reaseguro de sobrevivir. Adultos ansiosos que tienen tanto miedo a fracasar que viven bajo la presión que les impone la obsesión del éxito. Adultos deprimidos que ante el torbellino de imaginarse fracasados ni siquiera quieren intentarlo.
¿Qué ocurriría si toda esa energía que invertimos en no fallarle a un ideal, siempre demasiado alto para ser alcanzado, la colocáramos en no fallarnos a nosotros mismos, abrazándonos a nuestro «plan maestro», mas allá de los monumentos y los héroes?
