
Hace poco un título a una reseña de Sadhguru decía algo así como «¿Qué eres? ¿Roedor, reptil o ser humano?¿Te gustaría vivir como un roedor, un reptil o un ser humano? Sadhguru nos habla de la elección del individuo para evolucionar.
Inmediatamente pensé en que era una excelente historia sobre qué escribir.
Aquí les comparto lo que salió.
Me emancipé de los océanos, los mares y los ríos, arrastrándome por las orillas de arena y lodo. Aprendí a sobrevivir tras milenios de información ancestral, de compañeros exitosos en el arte de vivir y de los otros, un poco más torpes. Aprendí de todos. De los cobardes, los cautelosos, los temerarios. Todos contribuyeron a mi evolución reptil, todos fueron eficientes en el proceso de la vida, pero de eso no soy consciente. Soy un manojo de apetitos que poseen la tiranía de lo inmediato.
Tengo hambre y mato. Tengo sueño y duermo, pero eso sí, siempre estoy alerta.
Cuando el enemigo es muy fuerte, ese enemigo que está allí afuera, me cubro de ramas y hojarasca, intentando apaciguar las pulsaciones de mi miedo. Cuando el enemigo, ese de allí afuera, es vulnerable o cuando el hambre arrecia en las dolorosas tripas, ataco y me defiendo, lo normal y lo de siempre.
Así día tras día hasta el próximo. Ese que será el próximo del próximo, en donde quizá no lo logre. En donde quizá no resista. ¿Quién será verdugo de mi existencia? ¿Será el clima (también de allá fuera) el que ponga coto a mi supervivencia? ¿Será la ferocidad de la supervivencia de unas temerarias fauces? Lo que ocurra primero llegará a tiempo para matarme. O moriré de viejo, más no de aburrimiento. No hay lugar para ello en la complejidad de mi sistema.
Esta cavilación no me pertenece. La tomo prestada como licencia literaria. La preocupación no existe donde no hay futuro. Y como la vida de un 007, mi existencia y mi cerebro solo reaccionan a los estímulos del presente, sin mañana, sin acasos.
Soy instinto que me impele a sobrevivir en el presente, solo reacción al miedo de morir. Porque ustedes ya saben que para los instintos la muerte siempre es inoportuna.
Hola! Soy un megazostrodon. Uno de los primeros mamíferos de la historia. Atrás quedaron los cascarones. Alimentado con pura leche de mamá Mega Z, he logrado con mucha suerte y ayuda de mi manada llegar a macho adulto. No tengo nombre, pero quizá Pixar me ponga «Chip» en la próxima película de prehistóricos remarcables.
Tengo dos tareas vitales por hacer: pasar el invierno y prepararme para reproducirme en primavera. Este año tuve que atravesar momentos de tristeza, cuando mi madre murió aplastada por un trozo de eso que cae de aquello otro. Fue rápido. Nada pudo hacerse, sólo correr por si acaso hubieran mas trozos de eso, cayendo de aquello otro. Hay que salvar el pellejo a todo cueste.
Que ruido ensordecedor. Luces y agua, dondequiera. Busco refugio. Mi corazón late con fuerza. Lo veo a Él.
Un Mega que se está pavoneando. Intentando cortejar a mi futura -espero- pareja de primavera. Ardo en celos. Yo soy el mejor padre de sus/mis futuros hijos pequeño impostor.
Cuántas emociones inmanejables. Surjen, reacciono. Surjen, reacciono. Soy el primer Woody Allen de la historia. Pero que es esto… Uhmmm. Uhmmm. Qué delicia ante mi olfato. Parecen comestibles. Que intenso color.
PS. Luego de cenar retaré al maldito a una pelea. Sobrevivir al invierno. Reproducirme en primavera. Los genes mandan, tú sabes. Mmmmm. Sabrosas. Glup. Glup. Glup. Ups… Aghhhh.
Mi nombre es Arya. Nací en un pueblito cerca de Cardiff. No está buena la edad media, pero sinceramente no recuerdo mis vidas pasadas como para comparar. Esto es lo que tenemos aquí y ahora. Tengo temor del ejército de vándalos que asola por las noches nuestro ya empobrecido paraje. Hemos construido una especie de hondonada con afiladas lanzas de madera pertrechando las entradas. Estamos preparados para defendernos. No podemos huir dejando atrás a los niños y los ancianos.
Anoche he mirado al oscuro cielo del norte. Qué inmensidad sobrecojedora! Cuando volvía por el camino de frondosos árboles apreté con fuerza un collar de cuentas de madera que me regaló mi abuela. Tiene el poder de protegerme de los malos espíritus que rondan por los bosques.
Qué es ese ruido? Tomo mi cuchillo de filetear pescado, no hay carne que se resista a su filo. Bajo la tenue luz de la vela sólo veo sombras entrelazadas en penumbra. Ahhhhhhhhhhhh. Un antebrazo me presiona la garganta, mientras el otro sostiene mi brazo izquierdo contra mi zona lumbar. Siento el dolor sobre mi espalda. Doy un rápido tumbo de costado y me incorporo, colocando el filo del cuchillo sobre su garganta. Atónitos los dos. Su piel libida. Mi piel erizada. Su mirada húmeda de miedo. La mía llena de ira y de venganza.
Siento el latido de su cuello bajo el filo de mi cuchillo y el metal de la hoja se empaña con su aliento.
Latido y aliento de su humanidad que viven también en mí.
Vuelvo a mirarlo a los ojos. Están llenos de miedo, de súplica, de hambre. Llenos también de esperanza, de compasión, de amor. Luces y sombras que se encuentran en los ojos y en el alma. Claroscuro vital.
Aflojo el cuchilo. Relajo la muñeca.
«Tengo un poco de pan sobre la mesa, ven sentémonos» – le digo.
Gracias por la inspiración Querido Maestro Sadhguru. Gracias Sri Bhagavan, por darme la gracia de comprender, aunque sea por breves momentos.
