
Leí por ahí, «Lo agotador de tener citas, me recuerda que era más fácil llorar por mi ex». Cuántas veces en la vida nos conformamos con el trauma y drama, con lo malo conocido, con la energía del estancamiento?
¿Cuántas veces cuando no terminamos de resolver qué de nosotros es necesario matar para seguir en el proceso de la vida, como un árbol que elimina sus hojas en otoño para ahorrar fuerzas y brotar en primavera?
¿A qué me refiero con estar en el proceso de la vida? Al estar completamente presente y en observancia de aquellas cosas que no son parte de la fluidez de nuestro ser.
Fluidez que se detiene, cuando se detiene la integridad.
Integridad al honrar la danza creativa de nuestro ser, respetarnos un ritmo que siempre está en consonancia con la polifonía de la Unidad, eso que llamamos corrientemente Vida.
Cuando ese proceso se estanca, se pierde nuestra conexión con el Todo y por supuesto con nuestro Propósito Espiritual.
Esa misión en la que venimos a experimentar ser parte de un plan más grande que apenas sospechamos los que sospechamos.
Nos aferramos al pasado con la esperanza de recuperar algo que sentimos se nos ha arrebatado.
¿Desde qué lugar podemos darle la bienvenida a lo nuevo con semejante ancla? Desde que lugar podemos crear mas a nuestras vidas si estamos enredados en la telaraña del no presente? El ser es presente. Cualquier movimiento que resista el presente resistirá toda naturaleza propia del Ser y por tanto será no consciente, será miedo, será sufrimiento.
