¿Con qué alimentas tu mente?

En cada uno se encuentra el poder del amor y del miedo.

En cada uno se encuentra la elección de con qué alimentarnos cada día.

Los seres humanos tenemos un imán cerebral que reacciona ante los sucesos considerados remarcables. Nuestra memoria considera más importante todo aquello frente a lo que sentimos dolor, ya sea una brasa caliente que nos lastimó de pequeños, ya sea una ruptura amorosa o un examen desaprobado. Este recurso del cerebro ante lo que eventualmente nos hace daño puede ser útil o no, dependiendo de si nuestra supervivencia o un daño físico está en juego. La permanente atención a lo doloroso, que nos hace tomar nota de ello y recordarlo, nos previene por defecto de las experiencias consideradas peligrosas. Cuando se evoca un suceso de este estilo, nuestro cerebro inicia la respuesta química del estrés. Cuánto más recordamos sucesos lamentables, más química del sufrimiento se vierte en nuestras células. Con un poco de entrenamiento nos convertimos en verdaderos adictos al sufrimiento. Pegoteados una y otra vez en la estática trama del trauma. Si bien es cierto que recordamos por precaución, rememoramos por la adicción que nos genera el placer de sentir nuevamente esa química particular corriendo por las venas. Es así que pronto nos veremos en el círculo vicioso de: experiencia dolorosa – recreación química – creación de una nueva experiencia dolorosa, sean éstas imaginarias o reales.

Nuestros pensamientos se vuelven acción y nuestro poder de crear una realidad distinta a la que observamos parece casi utópico. Es normal que en cualquier intento de sacar a una persona de este círculo vicioso te lleves un «tú no entiendes nada de lo que me pasa, no te imaginas cómo estoy sufriendo.» Sentimientos como desolación, tristeza, frustración y amargura se vuelven cada vez más frecuentes, hasta convertirse en un verdadero callejón sin salida. El cuerpo y la mente siguen pidiendo más de esa química que transforma las excepcionales «malas» noticias, en las noticias de todos los días.

ROMPIENDO LA ADICCION AL DRAMA

Te parecerá imposible poner fin a toda esa interminable cadena de retroalimentación del sufrimiento, sobre todo si estás en este círculo vicioso que he comentado antes. Tu cerebro atraerá todas las historias que resuenen con tu estado de sufrimiento y perderás toda conexión con el presente y con el verdadero ser que eres.

Estarás sufriendo en la permanente recreación de un pasado doloroso o tendrás miedos, preocupaciones y ansiedades ante lo incierto del futuro. Perderse el presente es perderse de vivir lo verdadero de nuestra fugaz experiencia terrenal. Huyendo del presente estamos evitando vivir, existiendo vaciados de sentido, naufragando en la sensación de no encontrarle razón a la vida.

Una verdadera herramienta para cortar con la adicción al drama es comenzar a dejar de sobrealimentar de experiencias vividas o imaginarias a nuestro cerebro. Como sucede con una dieta hipocalórica en nuestro cuerpo, nuestro cerebro necesita una dieta hipodrámatica.

La clave de una dieta hipodramática es elegir conscientemente con qué alimentamos día a día nuestra mente. La gratitud es un sentimiento bajo en drama y juicios. Cuando agradecemos, incluso lo que consideramos «malo», estamos colocándolo fuera de la «categoría drama». Entonces esa experiencia deja de ser traumática para empezar a ser funcional a nuestro presente. Parte integral de nuestra vida pero no de nuestra identidad. Con gratitud nos despegamos de nuestros personajes dramáticos, de las experiencias que aún no entendemos en qué han sido contributivas en nuestra vida y nos libramos de tener que juzgarlas con la pobreza de matices de lo bueno o lo malo, lo negro o lo blanco.

La gratitud abre la puerta a una nueva moralidad en la que todo forma parte del ecosistema vital de nuestro Ser.

Tómate unos minutos al finalizar el día para reparar en aquellas cosas a las cuales sientes agradecer. No se trata de una tarea. No es una obligación ni un trabajo. Implicarte en el ejercicio diario de agradecer los pequeños detalles de la vida, aquellos que son pasados por alto en la marea emocional diaria, son unos minutos en los que, cada día, contribuyes a sembrar tu mente con semillas que darán buenos frutos.

NO TE COMPRES LA TRAGEDIA

¡Apaga el televisor, evita las malas noticias! Siempre me pregunté por qué son las malas noticias las que llegan a la televisión. Evidentemente hay en el mundo muchísimas mas buenas noticias que malas, sin embargo, no es lo que se refleja en el resumen diario de los servicios mediáticos. ¿Cuántas veces mataron a un vecino esta semana? ¡En el noticiero todos los días! Un suceso que es excepcional se vuelve noticia, pero a la vez se tergiversa su excepcionalidad en la reiterada magnificación de los medios. Es así como nuestra mente ve una noticia sobre un asalto cada día, y se convence de que vive en una sociedad insegura. La televisión no muestra la diversidad. Unifica criterios y nos brinda una empobrecida y sesgada «realidad», aprovechándose y reproduciendo nuestra debilidad por el drama.

TRATA DE DECIR AQUELLO QUE SEA UNA CONTRIBUCIÓN AL MUNDO

El tercer alimento de esta dieta es cuidar nuestro impacto en los otros. Hay un refrán que dice: «Si no puedes decir nada bueno de alguien, no digas nada» incluyendo lo que dices de tí. Proverbio árabe reza si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, mejor cállate. Sócrates sugería que aquello que se dijera debía tener tres cualidades: ser bondadoso, ser útil y ser verdadero.

La manera en que nuestra mente juzga nuestro entorno también puede contaminar y contaminarnos. Los ojos que ven el mundo, tienen que quitarse las gafas que con un ojo juzgan lo bueno y con el otro juzgan lo malo.

Una mirada sin consideraciones, genera pensamientos que contribuyen a la unicidad del mundo en vez de separarlo. La política, la religión, incluso cuestiones anodinas como el club de fútbol, pueden ser los caballos de Troya donde las personas esconden su miedo al rechazo, intentando sentirse distintos y mejores.

La polaridad de la mente ha generado odio y sufrimiento. Ha dividido a las personas ocultando su común factor de humanidad. Las peores guerras han comenzado en el terreno de la mente. Tengamos en cuenta que la paz, también.

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