¿Y si la ventanilla de reclamos fuera un portal de consciencia?

Me gusta hablar de proporcionalidades como si todo formara parte de una receta en ligero equilibrio.

Hoy les propongo que pensemos estas dos proporcionalidades.

La primera: El malestar es inversamente proporcional al grado de consciencia de las herramientas que disponemos para enfrentar los desafios.

La segunda: El malestar es proporcional al grado de inocencia que asumimos sobre los hechos.

Dos conceptos me parecen acá fundamentales: malestar e inocencia.

Malestar

El malestar nos habla de un mal – estar, un estar en lugares incómodos, inapropiados. El malestar nos avisa que estamos ocupando un lugar que no es el nuestro. Un mal estando en el cual se habita un lugar no propio, un lugar que no se correponde a la inherencia de nuestro ser. Sentimos malestar (mal-estar) cuando no estamos ocupando nuestro espacio, aquel que se desprende de la naturaleza de nuestro Ser.

Inocencia

Hablo de inocencia como lo opuesto a responsabilidad. Una inocencia infantil, donde aún no podemos hacernos cargo de nada. Esa inocencia está inevitablemente abrazada a la necesidad de que otro sea responsable, de que otro se haga cargo de nuestro sufrimiento.

El sufrimiento nos trae el espacio de la victima, ese lugar donde siempre se es inocente.

En la víctima la culpa siempre está fuera y la queja opera sobre un objeto externo. El objetivo se encuentra por fuera de la responsabilidad del sujeto de la queja (y sujeto por la queja, también, porque aquello que no está en nuestras manos, de algún modo nos esclaviza).

Asumir «la culpa», es asumir la responsabilidad sobre nuestro presente, habitarlo, tomando posición en ese destino del que somos copartícipes necesarios. Siendo conscientes que esta asunción significa tomar el lugar que nos corresponde en la dinámica de los hechos de la vida.
La queja obtura ese movimiento necesario para crecer, la queja nos ata a una historia que nos deja en un lugar infantil, que desde la adultez se traduce en inoperancia, dejándonos impotentes con respecto a tomar el mando de nuestra vida.

Cuando sufrimos pasivamente los embates del destino, de los otros, no somos conscientes de las herramientas que disponemos frente a los desafíos que la vida nos propone.
Y digo enfáticamente que la vida nos propone ya que en la propuesta está presente la elección. Una propuesta abierta que respondemos desde el libre albedrío, aunque no seamos conscientes de cuán libres de elegir estamos siendo. Conscientes de que no son las cosas, sino como nosotros las vemos lo que hará la diferencia entre un abismo o un trampolín.

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