Hay momentos en la vida en que somos secuestrados por una oleada de emociones que no podemos manejar. En tales circunstancias, no somos capaces de pensar con claridad y nuestras respuestas suelen ser inútiles o, incluso, perjudiciales. No es que se requiera reprimir las emociones. La resiliencia no es eso. Por un lado, porque se necesitaría una cantidad enorme de energía física y psicológica para hacer reprimir las emociones, energía que sería mejor empleada para responder a la situación más sabiamente. Y por otro lado, porque cuando intentamos reprimir cualquier emoción específica (la ira, el dolor y la vergüenza, por ejemplo), lo único que logramos simplemente una postergación en su manifestación, a veces con más intensidad y más carga emocional, porque es algo que no hemos procesado adecuadamente. Como se dice habitualmente, lo que resiste, persiste.
Lo que podemos hacer, en cambio, es aprender a manejar esas oleadas de emociones negativas y cultivar intencionalmente las positivas, como la amabilidad, la gratitud, la generosidad, el disfrute y el asombro. Las emociones positivas desplazan al cerebro de la contracción y la reacción del sesgo de negatividad, a la receptividad y la apertura que favorecen la flexibilidad de nuestras respuestas.
Centrarse en las emociones positivas no está destinado a evitar o suprimir las oscuras, difíciles y aflictivas. Nuestras experiencias de angustia, dolor y desesperación son muy reales. Pero podemos aprender a reconocer y procesar esas emociones. Ampliar nuestros modos habituales de pensar o de actuar y crear recursos duraderos y resistentes para hacerles frente, por ejemplo, explorando ideas que nos ayuden a ubicar los eventos en un contexto más amplio.
Todas las emociones, tanto las que nos disgustan como las que nos agradan, pueden guiar nuestros comportamientos a la resiliencia. No hay por qué temerle, ni quedar atrapado en las emociones ni dejarse llevar por ellas. Por el contrario, hay que asumir la responsabilidad sobre la manera de experimentarlas y de expresarlas. Parece una tarea imposible, lo sabemos, por momentos, pero hay prácticas muy sencillas, que solo requieren compromiso y constancia, para asumir el poder sobre las emociones y tomar las riendas de la vida.